El Polvorín de San Jerónimo, parte de la Primera Línea de Defensa, está situado dentro del Parque Luis Muñoz Rivera, en Puerta de Tierra, al Este de la ciudad de San Juan, Puerto Rico. Es uno de cuatro edificios para el almacenaje de pólvora y municiones que los españoles construyeron en el siglo XVIII como parte de sistema defensivo de San Juan. Dentro del recinto murado los polvorines se construían cerca de los baluartes ; fuera de él, se colocaban más allá del alcance de los cañones de la Plaza, regla que se observó en San Juan en el caso de los polvorines de Puerta de Tierra y Miraflores.
El edificio de ladrillos y mampostería, de geometría rectangular, tiene 199 pies de largo y 30 '6 "pulgadas de ancho, y cubierto por un grueso techo mampostiado de dos aguas, con muros a prueba de bomba. Fue diseñado por el comandante ingeniero Tomás O'Daly y construido entre 1769 y 1772 por el ingeniero militar español Juan Francisco Mestre. El perímetro exterior lo protegen altos muros de 13 pies de altura y 1 pie de espesor y en dos de sus esquinas tiene garitas o puestos de observación. El muro original de mampostería que lo rodea tenía una entrada hacia el oeste. Otra entrada se abrió en el lado oriental del muro después del ataque de 1797. Como medida de protección contra descargas eléctricas, pararrayos están colocados al tope de dos columnas construidas en ladrillos que semejan chimeneas. Estas formaban parte del sistema de ventilación natural del aire por convección. Para el abastecimiento de agua potable contaba con cisternas que recolectaban el agua de lluvia.
La estructura interior abovedada del edificio está reforzada en ambos lados por 10 masivos contrafuertes. Construíase entre cada dos contrafuertes unos pequeños conductos de piedra que comunicaban el interior del edificio, con su exterior, pero formando un cuadrilátero en medio del muro, para que no pudiera introducirse una mecha para volar el polvorín, atravesando su grueso muro. Ventilase así el polvorín para mantener la pólvora seca, esforzándose por «acondicionar» el aire de su edificio herméticamente cerrado. Para evitar que por los conductos de ventilación se introdujeran explosivos, el conducto, en el mismo centro del muro, daba la vuelta a una corta columna empotrada en él, de modo que, no impedía el paso de aire, pero sí el de cualquier otra cosa.(Adolfo de Hostos).
La función principal del edificio era almacenar la pólvora, municiones, cohetes de señales, hachas de contraviento, estopines de carrizo, bengalas, camisas embreadas, barriles de metralla, armas, artillería, equipos y pertrechos en tiempos de paz. También existía un taller para recargar cartuchos de fusil. Sin embargo, si un ataque era inminente, el edificio era desalojado y toda la mercancía transportada dentro de la ciudad fortificada.
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